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1.  BIENVENIDA
Hola, me llamo Kongoy; soy un monito de monte, tu anfitrión en este recorrido por mi hogar, el bosque subantártico.

 

El sendero comienza y termina aquí, en la Casa Fischer Del Lago. Por algo más de media hora estarás caminando por una senda irregular y muy variada hasta la costa del lago.

 

En el recorrido encontrarás postes numerados que se corresponden con la guía que tienes en tus manos; o si lo prefieres, con los códigos QR que te permitirán acceder a la misma información directamente desde tu teléfono inteligente.

 

Recuerda respetar el propio ritmo corporal y disfrutar de la vida que te rodea. No hay prisa en el reino de la naturaleza; déjate sorprender por los cantos de las aves, el viento entre los árboles y la paleta de colores que nos regala el bosque en cada estación.

 

Mis amigos Sephi, Chucao y yo te recordamos que este lugar integra la Reserva Natural Urbana “Laguna El Trébol”, por lo que estás en un área bajo protección.

 

Por favor, ayúdanos a mantener el sendero limpio. Camina solamente por la senda señalizada, respetando las indicaciones y la armonía del entorno. Utiliza calzado adecuado; siempre lleva agua y sombrero cuando sea verano.

 

Sigue este sendero y sus pistas para hallar algunos de sus tesoros que compartiré contigo. Si abres tus sentidos te sorprenderán con la vida silvestre de este maravilloso hogar.

2. PORTAL DE LA REINA MORA
Te invito a detenerte justo delante del Portal de la Reina Mora; un pasaje mágico a mi mundo, tan real como el tuyo. El mundo del bosque de los Andes patagónicos. Al traspasarlo te encontrarás con aromas sutiles, texturas variadas, sabores dulces e intensos, gamas de luces y sombras salpicadas de colores, así como un mar de sonidos que te inundará en todas direcciones. Pero para eso es esencial que dejes aquí todas tus preocupaciones humanas y te adentres en mi mundo como mi invitado estrella. ¿Me acompañas?

 

El bosque que te está recibiendo es una formación forestal exclusiva de este rincón del mundo. Está compuesto por troncos delgados y bastante rectos, indicando que es un bosque joven y que todos sus árboles están buscando el cielo más alto para obtener la mayor luz del sol.

 

Aunque solo permiten que escasa luz y lluvia alcancen el suelo, no impiden que un sotobosque abundante se desarrolle bien. Las especies que puedes reconocer con facilidad son el radal, de hojas duras y anchas; el maqui, con sus tallitos de color rojizo y frutos violáceos, apetitosos en el verano; y la laura, con sus pequeñas hojas duras llenas de agallas en su envés.

    3.  YO, 
GUARDABOSQUE

Si pones atención en los árboles que están a tu alrededor notarás que todos son de la misma especie, se trata de cipreses de la cordillera. Se distribuyen entre Neuquén y Chubut y pueden vivir cerca de mil años. Crecen sobre suelos de origen volcánico,  erosionados, pedregosos y en pendiente.

 

Es muy sensible al fuego. La ausencia de árboles viejos, centenarios, tiene mucho que decirnos sobre los incendios y la explotación forestal que sufrieron en el pasado. Dado que su presencia es muy notoria en todo el ejido de Bariloche, la Municipalidad lo ha declarado Árbol Emblemático de la ciudad.

 

Te invito a ponerte el uniforme de guardaparque; hay uno para chica y otro para chico. A partir de aquí serán guardabosque honorario. Como tal deberás cuidar del bosque, vigilar que nadie fume aquí, que todos permanezcan en el sendero, que nadie corte ramas ni flores y que todos disfruten de la naturaleza.

 

¿Trato hecho?

4.
MI ABUELO COIHUE

Antes de iniciar el descenso, sentémonos frente al abuelo de este bosque. Mientras te dejas mecer por el sonido del movimiento del agua del lago, vuelve tu atención al árbol que tienes delante de ti. Te habrás dado cuenta de que aquí ya no hay cipreses y sí muchos de estos. Trepa con la mirada por su corteza rugosa y sus ramas llenas de nudos; se trata del coihue, un representante notable de estos bosques en las provincias de Neuquén, Río Negro y Chubut. Es muy común encontrarlo abrazando lagos y acompañando ríos.

 

Su nombre indígena, en lengua mapuche, se compone de dos vocablos: co, agua; y, hue, lugar. Es decir, que crece donde hay agua.

 

Volvamos a los grandes nudos de madera en sus ramas. Durante la primavera, esas bochas nudosas se ven adornadas por los frutos de un hongo propio de estos bosques, el llao llao. Como vive dentro de las ramas de estos árboles, ¿cómo crees que se defiende el coihue de ese parásito?  ¡Exacto! Desarrolla esos tumores esféricos que le impiden al hongo avanzar por todo el árbol.

 

Antes de que sigamos quiero decirte algo que este coihue me ha pedido que te cuente. Además de ser un hogar para mí, estos bosques aseguran los procesos naturales de conservación del agua de esta región. Es fundamental que los ayudes a seguir estando aquí. Me dice que confía en ti para que tanto tus hijos como los del coihue puedan encontrarse en este mismo lugar dentro de muchos años.

 

5. DEVOLVIENDO
LO PRESTADO

¿Por qué te propongo esta parada junto a un tronco en descomposición?

 

Este bosque se mantiene vivo gracias a musgos, líquenes, diminutas bacterias y hongos, ayudados por insectos, babosas y otros animales. Estos verdaderos descomponedores son clave para liberar valiosos nutrientes encerrados en los tejidos de hojas, ramas y hasta árboles enteros que caen al suelo. Sin ellos, este bosque no se podría renovar.

 

En el final, el árbol caído, disminuido a un mero recuerdo de su forma original, regresa al bosque lo que tomó prestado mientras vivía. Un ciclo que viene dándose desde que la vida se asentó en Tierra.

 

6.
ES MI TURNO

En medio de esta maraña vegetal vivo yo, el monito de monte. Soy una especie muy particular en el bosque subantártico, la única especie viviente de un antiguo linaje de marsupiales australianos que pasó a Sudamérica antes de que el mega continente de Gondwana se fragmentara en los actuales Sudamérica, Australia, Antártida, India y África, cientos de millones de años atrás.

 

 Pero esta vez no te voy a contar sobre los atributos de mi belleza singular. Quiero compartir contigo la función ecológica que desempeño con tanto éxito.

 

¿Ves esta planta a la izquierda de ti? Se llama quintral. Ella vive dentro de otra planta; en este caso, un maqui. Tiene unas flores rojo intenso que asoman en invierno y primavera, atrayendo al picaflor rubí, ése que chilla todo el tiempo.

 

Mientras que Sephi, mi amigo colibrí, la poliniza al liba su néctar; yo, me encargo de repartirla por el bosque. ¿Qué tiene esto de especial? Te lo cuento ya mismo.

 

El quintral no tiene raíces, sino que se introduce debajo de la corteza de otras plantas. Acércate al maqui de tu izquierda y notarás que se le forman globitos de donde salen ramas del quintal, con hojas verde intenso y flores rojas. También puede que veas sus frutos, en racimos verdes y amarillos.

 

Resulta que para que una semilla de esta planta pueda crecer NO DEBE LLEGAR AL SUELO. Acá es donde yo participo tan bien. Me como el fruto del quintral y en mi caca, que dejo sobre las ramitas de los arbustos por donde me muevo, quedan sus semillas pegadas a las cortezas del maqui, por ejemplo, permitiéndoles así enraizarse en su corteza y desarrollar nuevas plantas de quintral.

 

Los científicos dicen que soy un arquitecto ecológico ya que con mi gusto por comer frutos influyo positivamente la regeneración de diversos niveles del bosque, asegurando el éxito reproductivo de múltiples especies nativas asociadas a mí.

 

¿Cómo puedes ayudarme en mi función? Evitando hacer fuego en verano; dejando a las flores y ramas en su lugar; apoyando iniciativas que ayuden a conservar estos ambientes; promocionando acciones de educación ambiental. En suma, poniéndote el uniforme de guardaparque cada vez que nos visites.

 

7.
MI AMIGO QUETRI

Un vistoso compañero es el que tienes delante de ti. Es una especie siempreverde,  pariente del eucalipto. El característico color canela de la corteza se debe a su alto contenido de taninos.

 

Mayormente crece como un arbusto muy ramificado, de unos 3-5 m de altura. Sus bellas flores blancas lo adornan durante todo el verano. Su fruto es una baya violácea de la que los pueblos originarios hacían una bebida fermentada llamada chicha.

 

Los colonizadores españoles lo llamaron arrayán por la semejanza de sus flores con las del arrayán andaluz o mirto, pero su nombre original  es quetri, como lo llama el pueblo mapuche.

 

8.
CHUCAO, ¿ESTÁS?

Te propongo escuchar con muuuuucha atención. Percibirás sonidos provienen de diferentes partes. Algunos son de aves que gustan estar en lo alto de los árboles; otros, son de las que trepan por los troncos, mientras que la mayoría de los sonidos provienen de entre los arbustos y hierbas a tu alrededor. Aquí van algunas pistas para identificarlas.

 

Al chimango lo escucharás por arriba, planeando entre las copas en busca de algo que cazar. También está el rayadito, muy activo y confiado, revisando la corteza corriendo por los troncos para arriba y para abajo. El colibrí, es otra de las aves muy activas en invierno por la presencia de flores de quintral. Si posas la vista sobre los troncos de estos árboles verás pequeños orificios, señal clara de que por allí estuvo el ruidoso pájaro carpintero.

 

Dejo para el final a mi amigo más bullanguero, el chucao. Con un poco de suerte, además de escucharlo con su voz tan estridente, es posible que lo veas corriendo, con su cola levantada y su pechito anaranjado destacándose entre las ramitas del suelo. (Un secreto, le encanta pasearse por el lugar donde estamos ahora).

 

9. UNA FRONDA
DE 300 CRONES

Hagamos cuentas: si en la vida de la tierra un cron equivale a un millón de años, ¿cuántos años llevan los helechos viviendo en ella? Estas plantas son tan antiguas como los primeros dinosaurios que habitaron el mundo; algunas especies de helechos llegaron a ser como árboles, tan altas como poner cinco elefantes, uno arriba del otro.

 

Al ser tan primitivas no tienen hojas, ni flores, ni frutos, ni semillas. Entonces, ¿cómo se las han arreglado para vivir hasta hoy?

 

Lo que nos parecen hojas verdes se llaman en realidad frondas. Si le das la vuelta a una de ellas, con mucho cuidado para no dañarla, verás que en su envés hay hileras de pequeñas manchitas marrones, muy parejas. Son los soros de los helechos. Ahí están guardadas las esporas que el agua de lluvia se encargará de llevar por todo el bosque. De ese modo, estas plantas primitivas, pero muy exitosas, se reproducen y reparten por toda la foresta.

 

Para muchos pueblos ancestrales, a medida que cada fronda se despliega para salir del rizo, se abre a una nueva vida, un nuevo crecimiento y así representa el ciclo vital y la interdependencia de la red de la vida. El individuo que lleva este símbolo consigo indica que él o ella han sorteado muchas adversidades y sobrevivido a muchas dificultades, como lo vienen haciendo los helechos por casi 300 crones.

 

10.  
EMBARCANDO EN 
NUESTRO ASOMBRO

Estoy seguro de que las vistas que observas desde aquí te han dejado en profundo silencio. Abre tus sentidos, todos, a esta maravilla que se despliega ante ti.

 

Desde el muelle, te invito a ‘navegar’ este paisaje único en la barca de tu asombro. Trata de ubicar una cresta lejana, tras el verde bosque tupido; un brazo del lago; un perfil ondulado, que nos recuerda la redondez de mamá Tierra; tres tonos de azul crespo.

 

11.  POLIZONES
DEL HIELO

¿Qué esperan todas estas rocas aquí? ¿Cómo llegaron? ¿Quién las trajo? Para develar este misterio debemos remontarnos a finales del Pleistoceno, unos 12 000 años atrás, cuando se retiraron los hielos de la glaciación Nahuel Huapi que cubrieron todo este paisaje que hoy disfrutamos.

 

Estos polizones se llaman bloques erráticos y llegaron aquí provenientes de muy lejos, gracias a los glaciares. Con su fuerza erosiva arrolladora, los hielos tomaron a estas rocas y se las colocaron encima, dentro y por debajo de sí, transportándolas desde el corazón de la cordillera andina hasta aquí, donde las dejaron al derretirse por completo. Los hielos de estos glaciares funcionaron como enormes cintas transportadoras que repartieron rocas, tierra y arcilla por toda la Patagonia andina.

 

Si te das vuelta y miras al otro lado del brazo Campanario del lago, verás grandes ondulaciones en el paisaje, costas abruptas y aguas profundas de azul crespo, huellas imborrables del paso de los glaciares por esta región.

 

12.  RAÍCES
QUE GUARDAN VIDA

Antes de regresar a casa, te invito a recorrer estas enormes raíces de coihue. Obsérvalas muy bien tanto a la izquierda como a la derecha; por abajo y por arriba, incluso en las grietas y pequeños huecos. Trata de encontrar todas las casitas de hongos, líquenes, musgos y animales que este paciente árbol ofrece en sus raíces.

 

Yo llegué a encontrar todas estas: de lagartija, de araña, de escarabajo, de… dejo el resto para que lo digas tú.

 

Este lugar es un excelente ejemplo de cómo diferentes especies pueden convivir sin molestarse y a la vez cuidarse entre sí. Las fuertes raíces de este coihue dan seguridad y alimento a diversidad de formas de vida, que por pequeños no dejan de ser importantes.

Si miras sobre estas enormes raíces y en el suelo a su alrededor, verás que hay sinfín de hojitas marrones de  coihue; te pregunto: ¿quién crees que las descompone y las come, convirtiéndolas en rico nutrientes para el suelo?

 

Querido guardabosque honorario, yo te acompaño hasta aquí. Me quedo en este rincón de mi hogar para buscar gusanos y frutos ricos con los que llenar mi pancita. Sigue las flechas amarillas y llegarás muy bien de regreso a la Casa Fischer Del Lago.

 

Vuelve otra vez. Cada regreso es seguro que te revelará algo nuevo de este hermoso lugar. Si quieres saber más de mí y de nuestro bosque, en la casa grande está Horst Fischer para responderte. Es un excelente amigo humano de todos los que habitamos por aquí.

 

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